Por miedo a perder «la autoridad», o que el niño «nos tome por el pito del sereno», muchas veces tendemos a mostrarnos inflexibles respecto a una linea de argumentación que estamos mostrando a nuestro hijo. Claro, ¡no queremos mostrar debilidad y que luego el niño se nos suba a la chepa! Pues bien, veamos lo que Carlos González escribe al respecto:
«Cuando cedemos, le estamos enseñando a ceder.
Hace mucho tiempo, tendría yo trece o catorce años, mi padre me riñó sin motivo. Al menos no recuerdo el motivo, hace mucho tiempo que lo olvidé. Recuerdo claramente, sin embargo, mi profunda indignación ante tamaña injusticia. Me fui a dormir dolido y lloroso; y entonces, ¡oh, milagro!, mi padre vino a darme las buenas noches y me pidió perdón. ¡Pedir perdón a un hijo! ¿No es esa la forma más segura de perder la autoridad y el respeto? Al contrario. En aquel mismo momento todos sus pecados, presentes y futuros, le fueron perdonados».
CARLOS GONZÁLEZ
BÉSAME MUCHO