Ahora que tenemos tan reciente la festividad de Todos los Santos y la noche de Halloween, es un momento idóneo para hablar de uno de los temas importantes en la infancia: los miedos.

Somos conscientes de que éstos son habituales en el proceso evolutivo y del aprendizaje del niño, pero no debemos olvidar que el miedo tiene un sentido biológico que protege al ser humano de un peligro, es un mecanismo natural de protección.

Desde este punto de vista, podemos ver el miedo no como algo negativo y preocupante para nuestro hijo, si no como una oportunidad para enseñarle a enfrentarse a ese miedo y ponerle palabras a esas emociones.

Por naturaleza es normal que los miedos vayan desapareciendo paulatinamente, pero hay situaciones en las que el temor puede condicionar y variar sensiblemente la aptitud del niño frente a situaciones del día a día, como por ejemplo ir a la escuela o dormir.
Distintos aspectos como las circunstancias, edad, el grado de intensidad del miedo, su continuidad, la angustia, cuánto impide hacer y la naturaleza de lo temido, nos ayudarán a determinar la normalidad o no de estos temores.
Cabe decir que los miedos varían según la etapa evolutiva del niño, pero a grandes rasgos podemos decir que los más comunes son el miedo la oscuridad, los extraños, a la ausencia de los padres, los seres imaginarios (monstruos, brujas, etc), los animales y a personas disfrazadas. ¿Qué podemos hacer cómo padres ante tales situaciones?
Las siguientes orientaciones son genéricas y como hemos dicho anteriormente, deben ajustarse a la edad del niño y sus características. Es importante que si los episodios se producen con mucha frecuencia, se debe consultar a un especialista.

 

Por último recordar que junto todo lo anterior, el cariño y un buen abrazo son recetas infalibles!!!