Primeramente aclarar que no existen los niños perfectos ni tampoco los padres perfectos. A partir de aquí, decir que cada madre, padre y adulto hace todo lo que puede con las capacidades con las que cuentan.

Es cierto que los niños no siempre se comportan como los adultos quieren y cuando no pueden cambiar estas conductas, los padres se frustran, se enfadan, se sienten confusos y la mayoría de las veces, inseguros.

Me gustaría ofreceros algunas soluciones muy simples, pero que os pueden ayudar a la hora de modificar esos hábitos que no son muy saludables para vuestros pequeños. Quiero recordaros que los cambios en los niños no siempre se consiguen rápido (ellos tienen otro ritmo para muchas cosas) y que los pasos a seguir hay que adaptarlos a la edad, personalidad, habilidades, capacidades, sexo y desarrollo del niño.

  1. Definir el problema. Antes de cambiar algo, hay que saber qué exactamente queremos modificar. No se trata de etiquetar al niño como tozudo, o rebelde, o salvaje, esto es muy general, injusto y no sirve para nada. Lo importante es definir lo específico de su conducta para poder variarlo.
  2. Enfocar y tratar los problemas uno a uno. Si queréis poder hacer una lista y ordenarla en importancia. Hasta que no se cambie la primera conducta o hábito, no pasar a la siguiente. Y por supuesto, conforme se van consiguiendo metas, la conducta general del niño también cambiará.
  3. Ser pacientes. Rara vez ninguno de nosotros conseguimos cambiar nuestra conducta, pensamientos o emociones de la noche a la mañana, pues con los niños ocurre lo mismo. Hay que ser pacientes y celebrar cada pequeño cambio que el niño consiga en su camino de sentirse mejor. Es mucho más efectivo que adultos y niños estén encantados con pequeños signos de progreso, a que se desilusionen por cada cosa que no se consiga rápidamente.
  4. Ser consecuentes y constantes. Es crucial pensar lo que se le dice al niño, decir lo que realmente se piensa y siente, y sobre todo, asegurarse de que todos los adultos están dando las mismas pautas, papás, profesores, abuelos, canguros,…

Una vez que se decide qué se quiere hacer con el niño, no se debe vacilar, ni titubear ni rendirse (dentro de lo razonable, claro), esto sólo consigue que el pequeño se confunda y se sienta muy inseguro.

  1. Ser positivos. Aunque a veces os sintáis frustrados e irritados, se debe de hacer un esfuerzo y mirar a los niños desde lo positivo. No todo lo que hacen está mal y seguro que van modificando cositas poco a poco.

No despreciéis los elogios ni los mimos ni caricias como herramientas para conseguir cambios.

  1. Hacer saber al niño lo que se espera de él. Hay que utilizar un lenguaje sencillo con los más pequeños. Decirles lo que queremos que hagan en un tono suave, mirándoles a los ojos y en frases cortas. Pero sobre todo, de una forma cariñosa, tierna y desde el Amor.